¿Quién no quiere ser el rey de la parrilla? Ese que todos esperan con ansias porque saben que el asado va a salir impecable. El secreto está en algo tan simple como elegir bien los cortes. No es magia ni trucos raros: es saber qué carne nunca falla.
La costilla ancha es el corte más noble. Tiene jugo, sabor y esa combinación de carne y grasa que hace que hasta el vecino se acerque a tu patio cuando siente el aroma. El vacío, por otro lado, es ideal si buscás intensidad: una textura suave y un sabor profundo que queda brutal con solo un poco de sal gruesa. Y si querés lucirte con un corte super premium, la tapa cuadril es el corte estrella. Su capa de grasa se derrite en la parrilla y convierte cada mordisco en una explosión de sabor.
El gran error de muchos parrilleros es pensar que la carne se arregla con condimentos. La realidad es otra: la carne buena habla sola. Sacala del envasado un rato antes, ponela a temperatura ambiente por unos 5 minutos, de esta manera, la carne recupera su color y olor. Salala justo antes de tirarla al fuego. Dejá que la brasa haga el trabajo y vos solo tenés que girarla en el momento justo.
Un buen corte, un fuego parejo y un parrillero con ganas: esa es la receta del éxito. Si ya te imaginaste con la pinza en la mano y los amigos alrededor, el próximo paso es fácil.
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